De pedir en la calle a montar 3 obras en plena pandemia: la conmovedora historia de Ángel Carabajal

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En un año de crisis económica y pandemia se animó a montar tres espectáculos en Villa Carlos Paz. En esta nota cuenta su difícil historia de vida.

De pedir en la calle a montar 3 obras en plena pandemia: la conmovedora historia de Ángel Carabajal

Ángel Carabajal fue abandonado en un hogar de niños de su Córdoba natal. Tiempo después, su abuela María Antonia lo rescató de allí para criarlo, aunque el panorama no era muy alentador: vivían en una muy humilde casa en el barrio Oncativo, la señora ya pasaba los sesenta y sus pulmones estaban afectados por el asma. En este contexto, a un Ángel de cuatro años no le quedaba otra que salir a mendigar junto a su primo Diego, siempre en custodia de su abuela.

En este contexto, todos los días los tres se dirigían a la capital cordobesa y a María Antonia se le ocurrió inventar un “juego” en el que el niño que más dinero conseguía era el “ganador del día”. De allí a ser uno de los bailarines mejor considerados del país, producir tres espectáculos en Villa Carlos Paz en un verano de pandemia y ganar el premio Carlos de Oro hubo un largo recorrido: su llegada a Buenos Aires, giras por el exterior, participaciones en el festival de Jesús María y trabajos como productor y jurado en programas de la factoría Tinelli.

Pero vale poner especial énfasis en el inicio de esta historia. Carabajal se la cuenta a RatingCero a continuación.

¿Qué pasó con tus papás?

– Yo nací producto de una relación casual que mi mamá tuvo con mi papá. Pero como mi vieja era una persona discapacitada, con epilepsia crónica, no se pudo hacer cargo y me dejó en la puerta de la casa de mi viejo con una nota que decía: “Te devuelvo a tu hijo…”

¿Tu papá tenía trabajo?

– Hacía changas, pero vivía al día. Tenía muchos problemas con el alcohol y no se podía hacer cargo de un bebé recién nacido. Un día lo desperté con un llanto desgarrador porque quería la mamadera y que me cambien los pañales, y no me aguantó más. Me dejó en el orfanato.

¿Tu abuela es una heroína?

– Sí. A su manera y como pudo, fue quien me dio los primeros besos, caricias y abrazos.

¿Se podían quedar con algo de lo que juntaban con tu primo o todo se lo tenían que dar a tu abuela?

– Mi abuela nos separaba una parte así nos podíamos comprar algo que quisiéramos. Al poco tiempo comenzamos a vender rosas y con eso sí que juntábamos mucha plata.

Ángel Carabajal

¿Qué fue lo primero que te compraste?

– Una bicicleta a los nueve años, la primera que tuve en mi vida.

¿Pudiste ir al colegio?

– Hice el primario salteado, como pude. Iba poco a clases, pero tenía dos cosas muy buenas: era un chico muy inteligente y aprendía muy rápido. Además, me encantaba actuar: participaba en todos los actos y en ese tiempo ya era un gran bailarín.

¿Eso te salvó la vida?

– Sí. Sobre todo, la pasión por la danza. Eran tantas mis ganas de participar que conmovía a mis maestros y siempre me ayudaban con las notas. A fin de año, cuando todos los papás venían a buscar los boletines, los míos quedaban apilados. Ahí, cuando veía a mis compañeros tomados de la mano, me iba a llorar al baño para que nadie me viera. Yo no quería tener plata, la mejor ropa o comida calentita: quería que mamá y papá vinieran a la escuela para firmar y retirar mi libreta, quería una familia como la que tenían los otros chicos, ese era mi sueño.

Tiempo después, el cambio fue radical…

– Sí, dejé de ser el chico pobre, el que pedía limosna en la calle, el negro del barrio humilde IPB; y me convertí en “El Gaucho”, uno de los mejores bailarines del país. La gente comenzó a señalarme como “El artista”, me dio un lugar en una sociedad que muchas veces, por mi condición, me había excluido.

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